Por Ingrid Reyes prensalibre.com
La noticia de su muerte sorprendió en la noche del lunes 28
de enero. El maestro Humberto Ak’abal deja con su partida su esencia en las
páginas de sus libros, cuentos y ensayos. El aporte de un maya que ha
transmitido una realidad guatemalteca de paisajes sorprendentes, el dolor de su
pueblo y la esencia de su idioma materno, el k’iche.
Hablar de Humberto Ak’abal es reconocer a uno de los poetas
más grandes que ha concebido la tierra guatemalteca. Un vocero que ha llevado sus letras a Suiza,
Alemania, Italia, México, América del Sur, a infinidad de lugares.
Su sencillez y carisma también le acompañaban y era tan
impresionante su inspiración que otros idiomas quisieron alcanzar esa esencia
al traducir sus pensamientos a diversidad de idiomas que también gozan de sus
creaciones.
En sus libros se encuentran con frecuencia dos
versiones. Una de ellas es en k’iche,
que debe ser magistralmente traducido
para alcanzar la profundidad de sus
pensamientos y palabras.
Con su muerte sus poemas más conocidos empezaron a
compartirse y al amanecer del martes 29 las redes sociales guatemaltecas hacían
recordar algunos de los más famosos.
Pero su legado es grande.
El hombre que en 1980 trabajó como barrendero en una bodega de la zona
13, leía en su tiempo libre y desde ahí empezó a trazar sus versos que encapsulan la cosmovisión maya.
Una inspiración que no cesaba
El maestro ha dejado una treintena de poemarios, en
infinidad de temas. El primero fue El
Animalero, en la década de 1990, que aseguró publicó con el apoyo del poeta Luis Alfredo Arango.
Apenas tres años más tarde nace Guardián de la caída de
agua, en 1993. En 1995 viajó a México,
donde primero publicó la breve colección Hojas del árbol pajarero y, más tarde,
Retoño salvaje, en 1997.
En 1996 se publicó una antología de su poesía en k’iche’ y
español: Tejedor de palabras. En 1998 se dio una segunda edición especial,
patrocinada por la Unesco y que fue presentada en el Instituto de Cultura
Hispánica de la Ciudad de Guatemala por el escritor Mario Monteforte Toledo.
Ak’abal fue uno de los escritores mayas más difundido en la actualidad.
Participó en encuentros académicos y festivales de poesía, en Europa, Estados
Unidos y Sudamérica. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)
En el 2016 también presentó Paráfrasis del Popol Wuj, en el
cual hace una intervención del libro considerado un texto impresionante de los
pueblos originarios, una manera diferente para apreciar este legado.
Su más reciente publicación fue Pájaro encadenado. Ahí estaba vendiendo y firmando su libro,
sentado en la última Feria del Libro, Filgua, en julio pasado. Una obra
definida por el autor como un cuento de terror xibalbaquiano, “lo cual
quiere decir que no es como esos espantos de las películas, sino un miedito de
niños, un misterio de ancianos, algo que te inquieta pero que al final te deja
tranquilo”, describía Ak’abal.
Una de sus últimas apariciones fue en su pueblo de origen,
Momostenango, en el Centro Cultural Momostipan.
Ahí leyó parte de Pájaro Encadenado.
Se recordarán títulos como Warinaq Balam o Jaguar dormido,
De puro pueblo, Otras veces soy jaguar, El pájaro encadenado, Desnuda como la
primera vez, Con los ojos después del mar, Detrás de las golondrinas y
Kamoyoyik (Oscureciendo). También Raqon
chi’aj-Grito, Las Palabras Crecen y Poeta, por mencionar algunos.
Entre sus múltiples premios y reconocimientos están en el
2005 como Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de
Francia, el Premio de poesía Pier, Paolo Pasolini, en Italia 2004, el Premio
Internacional de Poesía Blaise Cendrars de Neuchatel, Suiza, en 1997, el Premio
Continental Canto de América, otorgado por UNESCO, México, 1998, solo por
mencionar algunos.
Uno de lo reconocimientos polémicos fue en el 2003 al no
aceptar en Guatemala el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel
Asturias, por su convicción de que es un
país que aplastó a sus ancestros.