*Derecho a una forma propia de gobierno, administración y aprovechamientos de sus recursos
*La identidad se destruye y se construye con el tiempo
*Globalización cultural, producto de una tecnología cada vez mas sofisticado
Por Remedios Pastén Rosales
México (Aunam). La autonomía es una capacidad de autogobierno básicamente en asuntos de competencia del propio organismo o cuerpo autónomo (como en la UNAM). “Autonomía no quiere decir soberanía, ahí es donde viene la confusión”, comentó en exclusiva para Aunam el doctor Miguel León Portilla durante el II Simposio Los mexicanos que nos dio el mundo, celebrado en el Centro de Estudios de Historia de México Carso, a cargo del Programa Universitario, México Nación Multicultural.
El maestro emérito de la UNAM agregó que la autonomía indígena implica “tener una propia forma de gobierno para asuntos internos, capacidad para administrar sus propios recursos, transmitir los conocimientos que consideren oportunos para sus hijos a través de una educación autónoma, y aprovechar los recursos a su alcance de sus territorios”.
Para el autor de Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, “los grupos indígenas tienen derecho a elegir a sus propios diputados que los representen ante las diferentes cámaras, como grupo indígena, por lo que al pertenecer a un municipio, también tienen derecho a elegir ellos, a sus autoridades”.
Al ser cuestionado por Aunam sobre la idea de autonomía contenida en el Artículo 2 Constitucional, el historiador y filósofo respondió que dicho numeral no establece una autonomía plena, pues sólo establece que la nación mexicana se sustenta en sus pueblos indígenas, por lo que uno de los objetivos de los acuerdos de San Andrés fue una ley de autonomía, pero se quedó en el aire, porque “las cámaras no quisieron votar en ese sentido, temieron que se fuera a fraccionar el país, lo cual no es cierto”.
Respecto a la identidad indígena que se consagra en el precepto antes citado, el estudioso de la lengua náhuatl agregó que en el caso de los pueblos originarios de México, ésta “tiene una influencia de cinco siglos de convivencia y muchas veces de imposiciones, de tal manera que hoy, no es la misma identidad que encontró Hernán Cortés, ha cambiado en varios aspectos, positivos y negativos. De ahí que en su conferencia expresara, “la identidad se destruye y se construye con el tiempo”.
En cuanto a esa positividad y negatividad de la identidad indígena, el ganador del premio español Bartolomé de la Casas, en su décima edición, dijo que es difícil hacer un catálogo de ello, pero en muchos casos se ha enriquecido su imaginario, por ejemplo, con la figura de Emiliano Zapata, héroe que reivindica a los indios y con la virgen de Guadalupe, vista como Tonantzin, la diosa madre.
Sobre este punto el también sobrino de Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel Gamio, explicó en su conferencia que diversos pueblos originarios han hecho suyos distintos elementos de la civilización moderna, recreando y reconstruyendo su identidad de otra manera, pero siguen siendo tzotziles o tzeltales, etc., herederos de una cultura, expresada por sus descendientes, incluso, en la creación de nuevas formas de literatura.
Agregó que en este proceso, “sus tradiciones y sus lenguas están en peligro, pues siguen viviendo en regiones inhóspitas, no participan en la vida social y política de México y tiene que participar, pero sin perder su identidad”.
Asimismo, Miguel León Portilla expresó que México, al igual que otros países de América Latina, no escapa de la globalización tecnológica y por consecuencia de la globalización cultural, esta última caracterizada por “un acelerado proceso tendiente a homogenizar las formas de vida de los habitantes del planeta, producto de una tecnología cada vez mas sofisticada”. De ahí que la influencia en televisión desde el norte de México hasta Argentina, París y otra parte del mundo, sea de películas norteamericanas que enseñan cómo matar.
Criticó que esa tecnología “sólo busque un enriquecimiento material y que los medios de comunicación masiva presenten como ideales de la humanidad a los estados desarrollados y las empresas trasnacionales, quienes aparecen como portadores de modelos altamente operantes en una economía, a la vez consumista y de concentración de riqueza”.
De esta manera dijo, “surge una nueva forma de materialismo globalizante, acompañado de una escala de valores en los que el éxito económico ocupa un lugar principal, en tanto las formas de cultura tradicional, son tenidas como obsoletas e inoperantes, por quienes participan en una actitud de “lideres” (los que han hecho mucho dinero y que están en distintas áreas de la industria)”.
Al respecto comentó que las consecuencias trágicas de este sistema “han venido a desembocar en una crisis económica de alcance mundial”. Asimismo resaltó, que aún con ese proceso globalizante, “perduran las identidades de múltiples grupos de lenguas y culturas originarias en numerosos países de la tierra, que participan en beneficio propio en las modernas transformaciones ecológicas, tecnológicas y económicas, que logran aquellas que mantienen su identidad y su sentido de orientación”.
Por ello advirtió, que en este proceso globalizante, no debemos quedarnos en Nepantla, es decir “en medio”, “perdido lo antiguo y no asimilado lo nuevo”. Esto debido a la realidad latinoamericana que hoy “se constituye con la presencia de cerca de cincuenta millones de descendientes de los pueblos de lenguas y culturas originarias, que han estado por siglos en permanente peligro de desaparecer y no pocas han desaparecido”.
Explicó que la historia universal y la experiencia contemporánea, evidencian las variadas situaciones y consecuencias que actualmente se producen cuando las sociedades mayoritarias, tercamente, se niegan a reconocer estas realidades y su afirmación legal, como resultado fáctico de la pluralidad de lenguas y culturas dentro de un país.
Por ello abundó en que el reconocimiento legal de los derechos de los pueblos indígenas en la legislación, incluso a nivel constitucional, “lejos de constituir un peligro de disolución y fragmentación de un estado nacional, puede contribuir a su florecimiento, en cambio, los casos de relación asimétrica con imposición cultural y lingüística de la sociedad dominante, llevan con frecuencia a tensiones y conflictos violentos”.
En consecuencia señaló, existe una continuidad con los pueblos originarios y al reconocer plenamente el contenido del artículo segundo constitucional, podremos lograr equidad, pues “nunca ninguna lengua es superior a otra, sino distinta”.
*Globalización cultural, producto de una tecnología cada vez mas sofisticado
Por Remedios Pastén Rosales
México (Aunam). La autonomía es una capacidad de autogobierno básicamente en asuntos de competencia del propio organismo o cuerpo autónomo (como en la UNAM). “Autonomía no quiere decir soberanía, ahí es donde viene la confusión”, comentó en exclusiva para Aunam el doctor Miguel León Portilla durante el II Simposio Los mexicanos que nos dio el mundo, celebrado en el Centro de Estudios de Historia de México Carso, a cargo del Programa Universitario, México Nación Multicultural.
El maestro emérito de la UNAM agregó que la autonomía indígena implica “tener una propia forma de gobierno para asuntos internos, capacidad para administrar sus propios recursos, transmitir los conocimientos que consideren oportunos para sus hijos a través de una educación autónoma, y aprovechar los recursos a su alcance de sus territorios”.
Para el autor de Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, “los grupos indígenas tienen derecho a elegir a sus propios diputados que los representen ante las diferentes cámaras, como grupo indígena, por lo que al pertenecer a un municipio, también tienen derecho a elegir ellos, a sus autoridades”.
Al ser cuestionado por Aunam sobre la idea de autonomía contenida en el Artículo 2 Constitucional, el historiador y filósofo respondió que dicho numeral no establece una autonomía plena, pues sólo establece que la nación mexicana se sustenta en sus pueblos indígenas, por lo que uno de los objetivos de los acuerdos de San Andrés fue una ley de autonomía, pero se quedó en el aire, porque “las cámaras no quisieron votar en ese sentido, temieron que se fuera a fraccionar el país, lo cual no es cierto”.
Respecto a la identidad indígena que se consagra en el precepto antes citado, el estudioso de la lengua náhuatl agregó que en el caso de los pueblos originarios de México, ésta “tiene una influencia de cinco siglos de convivencia y muchas veces de imposiciones, de tal manera que hoy, no es la misma identidad que encontró Hernán Cortés, ha cambiado en varios aspectos, positivos y negativos. De ahí que en su conferencia expresara, “la identidad se destruye y se construye con el tiempo”.
En cuanto a esa positividad y negatividad de la identidad indígena, el ganador del premio español Bartolomé de la Casas, en su décima edición, dijo que es difícil hacer un catálogo de ello, pero en muchos casos se ha enriquecido su imaginario, por ejemplo, con la figura de Emiliano Zapata, héroe que reivindica a los indios y con la virgen de Guadalupe, vista como Tonantzin, la diosa madre.
Sobre este punto el también sobrino de Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel Gamio, explicó en su conferencia que diversos pueblos originarios han hecho suyos distintos elementos de la civilización moderna, recreando y reconstruyendo su identidad de otra manera, pero siguen siendo tzotziles o tzeltales, etc., herederos de una cultura, expresada por sus descendientes, incluso, en la creación de nuevas formas de literatura.
Agregó que en este proceso, “sus tradiciones y sus lenguas están en peligro, pues siguen viviendo en regiones inhóspitas, no participan en la vida social y política de México y tiene que participar, pero sin perder su identidad”.
Asimismo, Miguel León Portilla expresó que México, al igual que otros países de América Latina, no escapa de la globalización tecnológica y por consecuencia de la globalización cultural, esta última caracterizada por “un acelerado proceso tendiente a homogenizar las formas de vida de los habitantes del planeta, producto de una tecnología cada vez mas sofisticada”. De ahí que la influencia en televisión desde el norte de México hasta Argentina, París y otra parte del mundo, sea de películas norteamericanas que enseñan cómo matar.
Criticó que esa tecnología “sólo busque un enriquecimiento material y que los medios de comunicación masiva presenten como ideales de la humanidad a los estados desarrollados y las empresas trasnacionales, quienes aparecen como portadores de modelos altamente operantes en una economía, a la vez consumista y de concentración de riqueza”.
De esta manera dijo, “surge una nueva forma de materialismo globalizante, acompañado de una escala de valores en los que el éxito económico ocupa un lugar principal, en tanto las formas de cultura tradicional, son tenidas como obsoletas e inoperantes, por quienes participan en una actitud de “lideres” (los que han hecho mucho dinero y que están en distintas áreas de la industria)”.
Al respecto comentó que las consecuencias trágicas de este sistema “han venido a desembocar en una crisis económica de alcance mundial”. Asimismo resaltó, que aún con ese proceso globalizante, “perduran las identidades de múltiples grupos de lenguas y culturas originarias en numerosos países de la tierra, que participan en beneficio propio en las modernas transformaciones ecológicas, tecnológicas y económicas, que logran aquellas que mantienen su identidad y su sentido de orientación”.
Por ello advirtió, que en este proceso globalizante, no debemos quedarnos en Nepantla, es decir “en medio”, “perdido lo antiguo y no asimilado lo nuevo”. Esto debido a la realidad latinoamericana que hoy “se constituye con la presencia de cerca de cincuenta millones de descendientes de los pueblos de lenguas y culturas originarias, que han estado por siglos en permanente peligro de desaparecer y no pocas han desaparecido”.
Explicó que la historia universal y la experiencia contemporánea, evidencian las variadas situaciones y consecuencias que actualmente se producen cuando las sociedades mayoritarias, tercamente, se niegan a reconocer estas realidades y su afirmación legal, como resultado fáctico de la pluralidad de lenguas y culturas dentro de un país.
Por ello abundó en que el reconocimiento legal de los derechos de los pueblos indígenas en la legislación, incluso a nivel constitucional, “lejos de constituir un peligro de disolución y fragmentación de un estado nacional, puede contribuir a su florecimiento, en cambio, los casos de relación asimétrica con imposición cultural y lingüística de la sociedad dominante, llevan con frecuencia a tensiones y conflictos violentos”.
En consecuencia señaló, existe una continuidad con los pueblos originarios y al reconocer plenamente el contenido del artículo segundo constitucional, podremos lograr equidad, pues “nunca ninguna lengua es superior a otra, sino distinta”.