lunes, 1 de marzo de 2010

Carlos Montemayor: cuando el tiempo falta

Eran los primeros días de la sublevación zapatista. En el aire todavía estaba fresco el olor a pólvora. Junto a un amplio grupo de analistas mexicanos, Carlos Montemayor fue invitado a participar en un seminario sobre el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional organizado por un importante think tank en Washington.

En la opinión pública había un intenso debate sobre la naturaleza y los alcances de la rebelión. Comenzaba la guerra de tinta e Internet. En los círculos intelectuales oficiosos la moda era presentar el levantamiento como producto de la manipulación de las comunidades indígenas de Chiapas por parte de un grupo de revolucionarios profesionales mestizos y del obispo Samuel Ruiz y su iglesia.

En su ponencia, Montemayor hizo añicos esta interpretación del conflicto. Explicó cómo el zapatismo sólo podía entenderse como parte de la historia de las guerrillas en el país a lo largo de varias décadas y, simultáneamente, como una guerrilla rural genuinamente indígena. Postuló que la insurgencia requería analizarse como parte de un movimiento afincado en una zona específica, crecido a la sombra de la urdimbre familiar, social y regional que lo encubrió y lo transformó de estación en estación del año; como una fuerza auténtica nacida de las comunidades.