David Huerta, Premio Nacional de Ciencias y Artes
Convencido de que la poesía sirve para aclarar la mente y expresar las ideas con precisión, David Huerta afirma trabajar al servicio del lenguaje porque es la mayor institución humana.
Editor, poeta, ensayista, traductor y articulista, David Huerta (ciudad de México, 1949) fue distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en el campo de Lingüística y Literatura, que otorga anualmente la Secretaría de Educación Pública. Dice haberlo recibido con el mejor ánimo y siente que la constancia en su trayectoria, iniciada en 1972, de alguna manera se vio reconocida con este galardón, que compartió con el escritor Felipe Garrido (1942) y la lingüista Yolanda Lastra (1932).
Al hacer una retrospectiva de lo hecho hasta ahora, desde su poemario El jardín de la luz (1972, UNAM) hasta la antología La mancha en el espejo (2013, FCE), reconoce un camino difícil:
―He perdido la inocencia, para bien y para mal. He perdido a muchos amigos. He extraviado una cierta frescura y no sé si he ganado sabiduría, como debería ser ante tantos desastres presenciados, en medio del recuerdo de exaltaciones innumerables. Quiero creer que el hecho de no estar seguro de haber ganado sabiduría es una forma de lucidez. Quién sabe. Pertenezco a la generación literaria de 1968, pero no nada más en México. En todo caso tengo muchas cosas en común con escritores y artistas de mi edad en otros países, y lo digo porque aquí me siento un poco aislado de los de esa generación. He tenido más contacto, más conversaciones, mejores entendimientos con sesentayocheros de Europa o de Estados Unidos. Muchos de esos diálogos han sido silenciosos: identificación o vivísimas sensaciones de empatía ante lo que leo de ellos.
“No puedo entender mi poesía sin evocar la prosa de Juan Carlos Onetti, los cuentos rulfianos, los ensayos de Antonio Alatorre, las preciosas fábulas de Arreola”
Las primeras publicaciones de David Huerta fueron en revistas estudiantiles. Luego obtuvo una mención honorífica en un concurso universitario debido al cual vio por primera vez en letra de imprenta lo que él llama sus “borrones” de adolescencia. “Mis borrones adultos han llegado a convertirse en libros, lo cual no deja de asombrarme”, dice. Diecinueve libros después, entre los que se encuentran Cuaderno de noviembre (1976), Incurable (1987), La sombra de los perros (1996) y La calle blanca (2006), conforma una obra sólida hecha a lo largo de 44 años de trayectoria literaria, colocándolo como una figura importante de nuestras letras, aunque él dice lo contrario:
―Ni reconocido, ni tutelar, ni figura importante, ¡válgame! No, no y mil veces no. Quiero ser buen amigo de mis amigos, buen esposo, buen padre, buen hermano, tío, abuelo, etcétera. También me gustaría ser buen profesor, labor en la que estoy empeñado regularmente, de unos lustros a esta parte. Todo eso constituye una tarea múltiple para toda la vida. No siento que haya influido en nadie; aunque me dicen por ahí que algunos versitos han gustado y han sido objeto de atención entre jóvenes y no tan jóvenes poetas”.
Fuente: Alfonso Navarrete en "La Digna metáfora", http://www.ladignametafora.com.mx/literatura/no-se-si-he-ganado-sabiduria/