*“Los daños ya están hechos y no hay que repetirlos”
Miguel León-Portilla, ayer en Teotihuacán, al firmar un ejemplar de su libro
Visión de los vencidos a petición de un adolescente. A la derecha observa el
nieto del investigador. Foto Javier Salinas
Corresponsal de La Jornada
Teotihuacán, Méx., 30 de junio. El historiador Miguel León-Portilla manifestó que las pirámides de Teotihuacán no necesitan ningún tipo de publicidad con proyectos de luz y sonido como Resplandor teotihuacano que impulsa el gobierno del estado de México, porque “su grandeza habla por sí misma”.
Consideró que cualquier proyecto que se desarrolle en las zonas arqueológicas del país debe tener como prioridad la conservación de esos sitios históricos.
“Estimo mucho a Teotihuacán y me preocupa que su conservación sea garantizada. Creo que ya las autoridades del INAH han prestado oídos y de ello (del proyecto de luz y sonido) he hablado con el director Alfonso de Maria y Campos, quien me ha asegurado que ante todo estará la conservación del sitio.”
Palo dado ni Dios lo quita
León-Portilla sostuvo, en entrevista, que el daño ya está hecho a las pirámides y lo que se debe evitar es repetir los errores. “Palo dado ni Dios lo quita”, dijo.
Acudió a Teotihuacán para ser homenajeado en el contexto de la celebración de los 50 años de su libro Visión de los vencidos. Durante su ponencia en el Centro de Estudios Teotihuacanos habló de sus vivencias y visitas de niño a la zona.
“Dos grandes maestros están ligados a mi vida y a Teotihuacán: Manuel Gamio, mi tío, y el padre Garibay (Ángel María Garibay), por cierto párroco de San Martín de las Pirámides.”
De Garibay contó que cuando era párroco en San Martín sus feligreses le decían: ‘¡Mire, padrecito, estas pirámides no son nada antiguas!’, ‘¡cómo no!’, les decía él, ‘si son muy antiguas, ‘¡no!’ decían los feligreses, si nosotros vimos cuando el señor Matos las hizo.
“Tenía fama de hombre duro, tenía telefonofobia; un día le hablé y le dije: ‘Yo le quiero enseñar un trabajo que he escrito’. ‘Viernes a las seis y si no viene me da igual’, me respondió. Fui temblando y le expresé que quería aprehender el pensamiento náhuatl, ‘¿usted sabe náhuatl?’, me preguntó. ‘No, le respondí.
“Si usted quiere hacer un trabajo serio tiene que aprender náhuatl’, me dijo el padre. ‘Aquí le regalo el libro que hice, léase las cinco primeras lecciones y venga en 15 días; si no lo hace, no venga, porque yo no pierdo el tiempo ni con tontos ni con flojos’.”
“Un día le dije a Garibay, por qué no publicamos esto y le ponemos Visión de los vencidos. Él me dijo: ‘vamos a titularlo Los relatos indígenas de cuando vino Hernán Cortés, porque con tu título no se abrirá camino’. Tiempo después me dijo: ‘Claro, porque le pusimos Visión de los vencidos, por eso se abrió camino.”