viernes, 12 de marzo de 2010

Al otro lado del sueño

Humberto Ak’abal
Recuerdo a Carlos Montemayor alto, elegante, sonrisa alegre, modales delicados. Cuando nos conocimos sus anteojos eran casi invisibles, poco a poco fue aumentando el grosor de sus lentes. Le gustaba el tequila. Serio y jovial, enamorado como un colibrí. Cada oportunidad que yo tenía de hablar con él, le descubría nuevas facetas. Ah, qué de cosas, qué de recuerdos… Y se ha ido. El próximo encuentro lo tendremos al otro lado del sueño.
Viene a mi memoria aquella noche que fui a escuchar uno de los talleres de cuento que ofrecía en Guatemala, allá por el mes de Mayo de 1992 (parece que fue ayer...). En esos días yo comenzaba a poner la cara con algunos de mis textos, y él, jugándose el todo por el todo, me echó un espaldarazo que no perdonaron los que descalificaban mi poesía. Cuando, algunos años más tarde, tuve el atrevimiento de declinar un premio guatemalteco, un “X” escribió toda una caterva de improperios contra mí y contra Carlos, por esos días yo me encontraba en Suiza y viajé a México invitado a participar de un Congreso de poesía, era Octubre de 2003, y se lo comenté a Carlos, y él, tan noble y tan grande como era; se sonrió: “tú no desciendas a escuchar palabras necias, déjalos que se ahoguen solos, no sea que por escucharlos te ahogues tú también…” Qué generoso, sin egoísmos, cuánto apoyo me brindó, “tú eres remanente de una cultura milenaria, no lo olvides, aprovéchalo”. “No busques escuelas para hablar, sé tú mismo”, me decía. De mis poemas le gustaba uno titulado El leñador.